Sobre la verdad

La audacia televisiva enmascara la dictadura mediática. Miles de personas creen lo que dice la televisión mientras unos pocos ojean la prensa crítica. Tal y como se planteó Umberto Eco, me pregunto ¿Cómo se reacciona, pues, ante un régimen mediático, visto que para reaccionar sería necesario tener ese acceso a los medios de información que el régimen mediático precisamente controla?
La información no es el poder. El poder reside en la sutileza con que se manipula. Como define Eco, “La diferencia entre un régimen "al estilo fascista" y un régimen mediático es que en un régimen al estilo fascista la gente sabía que los periódicos y la radio no comunicaban más que circulares gobernativas (…) En un régimen mediático donde, pongamos, sólo el diez por ciento de la población tiene acceso a la prensa de oposición y el resto recibe las noticias a través de una televisión bajo control, hace que se sepa y se crea sólo aquello que dice la televisión.”

El problema reside en la falsa cortina democrática que viste el salón mediático actual. Pensamos que somos libres. Mentira. Que tenemos capacidad de elección. Mentira. Que existe una televisión plural pública que se sustenta en un Estado que permite la variedad informativa con la subsistencia de televisiones privadas. ¿Verdad?

Al contrario que Umberto Eco, pienso que para reaccionar no sería necesario tener acceso a los medios de información que el régimen mediático controla. Es necesario poder acceder a las fuentes. A los documentos y a las personas que cuentan las cosas, sin que la guillotina de la ráfaga de la televisión o el descenso del micrófono tras 59 segundos, puedan sepultar las palabras nunca dichas.

La verdad no la tienen ni estos ni aquellos. La verdad es conocer lo que dicen todos. Pero sin descontextualizar. La labor del realizador o del productor de televisión es lo más cercano a la figura del censor moderno. Repito, es necesario tener acceso a las fuentes. Pero ese acceso no está limitado. Siguiendo el proceso de desclasificación de documentación de carácter público, cualquiera puede acceder a esa información. Pero ¿Quién la solicita?

No es más control el ejercido por cualquier gobierno que aquel al que están dispuestos a someterse sus gobernados. ¿Realmente queremos saber la verdad? La verdad nos genera incertidumbre, la verdad nos despoja de la tranquilidad de pensar que sabemos todo lo que pasa y evita que creamos que hay alguien ahí arriba que lo controla todo por nosotros. ¿Seguro que eso es lo que queremos?

En ocasiones, cuanto más sabemos, más deseamos desconocer. Lo queramos o no.

Amel Fernández

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