Los intelectuales españoles se posicionan ahora cerca de la derecha debido a la sagaz contribución traslúcida de los medios conservadores. ¿Consecuentes?
Según Alberto Adrianzén “Bobbio sostenía que el marxismo resolvía sus crisis sustituyendo a los intelectuales que renunciaban a este pensamiento por otros nuevos, que, a su vez, tenían la capacidad de renovarlo”. A lo mejor en esta ocasión la derecha española se ha apoderado de herramientas liberales para dar de comer al conservadurismo exacerbado. No sería la primera vez.
A lo mejor nos tendríamos que alarmar porque un puñado de intelectuales, pertenecientes a la clase media-alta (claro está), cambien de bando con el viento. A lo mejor podemos asombrarnos de que vayan contra el gobierno que votaron y que decidan menoscabar las acciones de Zapatero. Pero desde luego que su posición económica contribuyó a que la crisis les sirviera en bandeja de plata la escusa perfecta para legitimar sus ataques al ejecutivo. ¿Qué intelectuales son esos?
Según la RAE, intelectual es todo aquello perteneciente o relativo al entendimiento. No parece que los que ahora batallan en el bando que fue su contrario propicien ese entendimiento. Con nada ni con nadie.
Hubo un tiempo en que los intelectuales eran los menos beneficiados por las medidas estatales. A lo mejor este no es el caso, ¿O si? A lo mejor una rencorosa capa social resentida y destronada de su lustrosa posición dominante hace remojar sus barbas en las aguas teñidas por el conservadurismo más estable. A lo mejor los intelectuales que antes entonaban eso de “libertad, libertad…” ahora sólo se preocupan de que la SGAE pueda pasarles su pensión vitalicia por las críticas que hace tiempo dejaron de vender.
Pero no nos equivoquemos, los intelectuales siempre han vivido de la polémica. El oponerse al gobierno vigente ha supuesto siempre un valor añadido a sus codiciadas críticas biensonantes. Y la crisis se lo ha puesto fácil. Quienes leen sus artículos, quienes compran sus airados libros y quienes “zapean” para acabar en sus insulsas tertulias son los que más salen perdiendo con la crisis que supuestamente no han podido arreglar los socialistas.
Falsas promesas de cambio iluminan ahora a los apagados, encendidos por gestos como el de Aznar en la Universidad de Bilbao. Miles de apátridas abrazan ahora el país perdido, el orgullo dañado. Indecisos que no saben lo que hacer cuando lo que hay que hacer es hacer algo. Impersonales rúbricas contra el equipo que vitoreaban se hacen eco ahora que el viento no favorece la dirección de sus yates.
Excusas mezcladas con la ira que produce la decepción de no haber decidido consecuentemente. Ignorantes bañados por la incertidumbre económica que les perjudica. Esclavos de las modas mediáticas y las agendas contraproducentes que se revuelven contra lo establecido por el simple hecho de creer que serán mejores por ser más críticos. Como decía Amauri Castillo “Criticar y destruir es más fácil que enaltecer y construir. En el primer caso, no se requiere ninguna grandeza o esfuerzo; pero para el segundo, la nobleza, el trabajo y la dedicación son simplemente indispensables, y desventuradamente, los valores parecieran ser hoy menos comunes que sus antivalores”.
Sólo espero que los que ahora van donde les lleva el viento recuerden donde fueron cuando el viento les dé de lado.
Amel Fernández
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