Sobre la verdad

La audacia televisiva enmascara la dictadura mediática. Miles de personas creen lo que dice la televisión mientras unos pocos ojean la prensa crítica. Tal y como se planteó Umberto Eco, me pregunto ¿Cómo se reacciona, pues, ante un régimen mediático, visto que para reaccionar sería necesario tener ese acceso a los medios de información que el régimen mediático precisamente controla?
La información no es el poder. El poder reside en la sutileza con que se manipula. Como define Eco, “La diferencia entre un régimen "al estilo fascista" y un régimen mediático es que en un régimen al estilo fascista la gente sabía que los periódicos y la radio no comunicaban más que circulares gobernativas (…) En un régimen mediático donde, pongamos, sólo el diez por ciento de la población tiene acceso a la prensa de oposición y el resto recibe las noticias a través de una televisión bajo control, hace que se sepa y se crea sólo aquello que dice la televisión.”

El problema reside en la falsa cortina democrática que viste el salón mediático actual. Pensamos que somos libres. Mentira. Que tenemos capacidad de elección. Mentira. Que existe una televisión plural pública que se sustenta en un Estado que permite la variedad informativa con la subsistencia de televisiones privadas. ¿Verdad?

Al contrario que Umberto Eco, pienso que para reaccionar no sería necesario tener acceso a los medios de información que el régimen mediático controla. Es necesario poder acceder a las fuentes. A los documentos y a las personas que cuentan las cosas, sin que la guillotina de la ráfaga de la televisión o el descenso del micrófono tras 59 segundos, puedan sepultar las palabras nunca dichas.

La verdad no la tienen ni estos ni aquellos. La verdad es conocer lo que dicen todos. Pero sin descontextualizar. La labor del realizador o del productor de televisión es lo más cercano a la figura del censor moderno. Repito, es necesario tener acceso a las fuentes. Pero ese acceso no está limitado. Siguiendo el proceso de desclasificación de documentación de carácter público, cualquiera puede acceder a esa información. Pero ¿Quién la solicita?

No es más control el ejercido por cualquier gobierno que aquel al que están dispuestos a someterse sus gobernados. ¿Realmente queremos saber la verdad? La verdad nos genera incertidumbre, la verdad nos despoja de la tranquilidad de pensar que sabemos todo lo que pasa y evita que creamos que hay alguien ahí arriba que lo controla todo por nosotros. ¿Seguro que eso es lo que queremos?

En ocasiones, cuanto más sabemos, más deseamos desconocer. Lo queramos o no.

Amel Fernández

El plan secreto de Google

Más de29 millones de búsquedas por minuto se realizan en el buscador más famoso del planeta. ¿Realmente encontramos lo que buscamos o lo que ellos quieren que encontremos? El poder no lo da la información sino el poder de manipularla.

Si atendemos a la primera definición de la RAE del término monopolio, “Concesión otorgada por la autoridad competente a una empresa para que esta aproveche con carácter exclusivo alguna industria o comercio”, podemos entender que Google no sería un monopolio en sentido estricto. Sin embargo, dentro del mismo término, la cuarta acepción hace referencia al “Ejercicio exclusivo de una actividad, con el dominio o influencia consiguientes.”

Teniendo en cuenta que dos tercios de las búsquedas del mundo se hacen en Google, no queda tan claro que el buscador no ejerza un auténtico dominio. Según datos de la consultora Comscore, en el año 2009, 87.800 búsquedas se cursaron a través de Google, lo que significa un 66, 8% del mercado mundial.

En total se realizaron más de 131.000 millones de búsquedas en el mes de diciembre de ese mismo año, lo que supone 4.000 millones de búsquedas al día, 175 millones de búsquedas por hora, y 29 millones por minuto. Las cuotas de mercado de Google son tan grandes que parece tratarse de un monopolio. Ian Brown, miembro del Open Rights Group, organización británica a favor de la defensa de la privacidad de los datos, señala que “Es realmente importante para gobiernos y consumidores asegurarse de que no se produzca una situación en la que una sola compañía como Google se convierta en un monopolio de la información en Internet porque entonces se llega a una situación tipo “Ministerio de la Verdad” del que habló Orwell, en la que la realidad que se presenta a los usuarios se puede controlar y manipular gracias a la tecnología de un modo que no ha sido posible hasta hoy.”

Tal y como señala Pierre Lazuly en su artículo “El mundo según Google”, la facturación del motor se debe a su tecnología de búsqueda por un lado y a su especialización en materia de publicidad dirigida por otro. Hoy en día no aparecer en Google es como no estar en el mercado, cualquier empresa quiere estar bien posicionada y los analistas SEO (Search Engine Optimization), es decir, los especialistas en optimización para motores de búsqueda') son uno de los recursos humanos más demandados. ¿Cuál es el secreto? ¿Por qué Google tiene la clave?
Según afirma el artículo, la piedra angular del éxito del buscador se basa en la tecnología algorítmica supuestamente inimitable que desarrollaron Brin y Page. En base a cálculos matemáticos, Google posiciona a las páginas web en función del número de páginas que las enlazan. Es decir, basan sus algoritmos en la selección de referencias bibliográficas en línea. Tal y como propuso en su día el Science Citation Index, los más citados se convierten en los más legítimos, los más referenciados pasan a ser los mejor posicionados y por ende, en los supuestamente más fiables. ¿Los primeros resultados son los más creibles?

Como define Lazuly el posicionamiento de Google se basa en el concepto de Page Rank, según el cual, la página más citada obtiene un 5 y la menos citada un 1. ¿Realmente éste es el único factor decisivo para aparecer? No cabe duda de que cualquier empresa estaría dispuesta a pagar cualquier cantidad porque su negocio apareciera delante del de sus competidores. Es la lista mágica. El ranking de los mejores. Si eso es cierto, ¿Por qué no se publican los algoritmos?

Parece que es cómo la receta de la Coca Cola y se salvaguarda el secreto profesional como escusa para no difundir esa información. Pero esa información no sólo mueve al mundo, sino que le hace creer al mundo lo que realmente es importante y lo que en apariencia no lo es. Por ejemplo, si buscamos un concepto genérico como “mundo”, los 9 primeros resultados hacen alusión al periódico “el mundo”. ¿Por qué ocurre esto? ¿Es lo que dice “el mundo” lo más relevante? ¿No sería más importante saber algo del mundo en el que vivimos?

Hay ciertas teorías que establecen que Google puede estar basado un sistema de financiaciones e intercambios de favores no aptos para todos los observadores. Una de las máximas de Google ha sido siempre ofrecer información gratuita para todo el mundo sin vinculaciones económicas o políticas. Las vinculaciones políticas ya hemos podido observar en el caso de China que dependen del dinero que se mueva. Y en cuanto a las económicas, ¿Estamos seguros de que nadie paga al buscador por aparecer en él?
Todos sabemos que las ganancias de Google se basan en la publicidad. Una de las mayores fuentes de ingresos la aportan los enlaces patrocinados, a través de los cuales una empresa paga a Google una cantidad por cada click que hagan los usuarios. El pago se realiza después de que el internauta pulse en el enlace, pero lo que no queda claro es si las empresas pagan de antemano para que todo eso pueda ocurrir.

Independientemente de las fuentes de financiación, lo más relevante es el hecho de que Google proporciona información jerarquizada y posicionada según criterios que aún están bajo el secreto profesional. Un mar de información del que solo vemos la superficie. ¿Puede un único buscador ser objetivo? ¿Puede un único punto de vista ser imparcial? Eso es lo que se pregunta Brewster Kahle, creador de Alexa, uno de los iniciales competidores de Google.

Google es la página de inicio de ordenadores ubicados en centros de educación, universidades, institutos, centros de investigación, empresas y escuelas. El problema de la educación basada en un solo punto de vista es que todo el mundo acabará teniendo ese punto de vista. Podría convertirse en algo imparable. No es así como se desarrolla el pensamiento crítico. El pensamiento crítico se desarrolla por contraste, por comparación. Con un único buscador en el mundo, ¿Qué otros puntos de vista tenemos?

A través de un único punto de vista se restringen todas las informaciones que podemos ver y este es el panorama en el que nos encontramos en el universo Google. Puesto que elegir siempre implica excluir frente a otras opciones, si nos marcan lo que hemos de elegir, quedan eliminadas el resto de posibilidades. Bajo una falsa apariencia de democracia y pluralidades informativas, lo que verdaderamente realiza Google como industria es una priorización de las industrias cofinanciadas preexistentes con la consecuente manipulación de nuestras elecciones. Si consideramos a Google como industria cultural en tanto que ofrece acceso a diversos productos culturales (páginas web), no podemos considerar que cumpla requisitos estrictamente democráticos, ya que los resultados que muestra no se adecuan a la totalidad de los resultados existentes.

Por tanto, nos encontramos frente a una industria que, lejos de resultar cultural, se mueve al son de los hilos de la más voraz de las economías sumergidas. Miles de obras que nunca verán la luz. Cientos de autores desconocidos. Voces que se disipan en el universo informativo propuesto por el gigante de los buscadores. Acallando los patrones de la creatividad. Parámetros excluidos por algoritmos incomprensibles que nunca verán la luz. Variables que marcan los baremos de una economía global sustentada por el negocio de la cultura.

No sólo es importante tener en cuenta lo que podemos encontrar en Google, sino lo que Google puede encontrar en nosotros.

La diversidad cultural debería basarse en multitud de creaciones al servicio del disfrute humano, no de su comercialización. Hoy en día no se crean obras para ser distribuidas, sólo para ser vendidas. No nos ofrecen lo que hay, sino lo que saben que vamos a comprar. ¿Eso es diversidad? Google pinta lo que debemos comprar, lo que debemos leer, cómo debemos vestir y qué punto de vista tenemos que tener sobre las cosas que pasan en el mundo. Bajo la falsa moral de estudiar al usuario con la finalidad de ofrecer un mejor servicio, Google almacena innumerables datos personales de las búsquedas realizadas. Mediante miles de servidores, el gigante custodia los términos buscados, las áreas geográficas de búsqueda y las direcciones IP de todos ordenadores.

No sólo ellos saben qué comemos, qué enfermedades tienen nuestros familiares o qué inclinaciones sexuales tenemos. Las industrias aprovechan esos datos para crear productos culturales a la medida de gustos construidos a través de gráficas. Pero hay más gente interesada. En febrero de 2008 el gobierno de los EEUU pidió datos a Google acerca de qué buscaba la gente. Si cualquier gobierno necesita los servicios de un solo proveedor ¿No están convirtiendo a Google en un monopolio?

Marta Baños y Amel Fernández.

Con viento a estribor

Los intelectuales españoles se posicionan ahora cerca de la derecha debido a la sagaz contribución traslúcida de los medios conservadores. ¿Consecuentes?

Según Alberto Adrianzén “Bobbio sostenía que el marxismo resolvía sus crisis sustituyendo a los intelectuales que renunciaban a este pensamiento por otros nuevos, que, a su vez, tenían la capacidad de renovarlo”. A lo mejor en esta ocasión la derecha española se ha apoderado de herramientas liberales para dar de comer al conservadurismo exacerbado. No sería la primera vez.

A lo mejor nos tendríamos que alarmar porque un puñado de intelectuales, pertenecientes a la clase media-alta (claro está), cambien de bando con el viento. A lo mejor podemos asombrarnos de que vayan contra el gobierno que votaron y que decidan menoscabar las acciones de Zapatero. Pero desde luego que su posición económica contribuyó a que la crisis les sirviera en bandeja de plata la escusa perfecta para legitimar sus ataques al ejecutivo. ¿Qué intelectuales son esos?

Según la RAE, intelectual es todo aquello perteneciente o relativo al entendimiento. No parece que los que ahora batallan en el bando que fue su contrario propicien ese entendimiento. Con nada ni con nadie.

Hubo un tiempo en que los intelectuales eran los menos beneficiados por las medidas estatales. A lo mejor este no es el caso, ¿O si? A lo mejor una rencorosa capa social resentida y destronada de su lustrosa posición dominante hace remojar sus barbas en las aguas teñidas por el conservadurismo más estable. A lo mejor los intelectuales que antes entonaban eso de “libertad, libertad…” ahora sólo se preocupan de que la SGAE pueda pasarles su pensión vitalicia por las críticas que hace tiempo dejaron de vender.

Pero no nos equivoquemos, los intelectuales siempre han vivido de la polémica. El oponerse al gobierno vigente ha supuesto siempre un valor añadido a sus codiciadas críticas biensonantes. Y la crisis se lo ha puesto fácil. Quienes leen sus artículos, quienes compran sus airados libros y quienes “zapean” para acabar en sus insulsas tertulias son los que más salen perdiendo con la crisis que supuestamente no han podido arreglar los socialistas.

Falsas promesas de cambio iluminan ahora a los apagados, encendidos por gestos como el de Aznar en la Universidad de Bilbao. Miles de apátridas abrazan ahora el país perdido, el orgullo dañado. Indecisos que no saben lo que hacer cuando lo que hay que hacer es hacer algo. Impersonales rúbricas contra el equipo que vitoreaban se hacen eco ahora que el viento no favorece la dirección de sus yates.

Excusas mezcladas con la ira que produce la decepción de no haber decidido consecuentemente. Ignorantes bañados por la incertidumbre económica que les perjudica. Esclavos de las modas mediáticas y las agendas contraproducentes que se revuelven contra lo establecido por el simple hecho de creer que serán mejores por ser más críticos. Como decía Amauri Castillo “Criticar y destruir es más fácil que enaltecer y construir. En el primer caso, no se requiere ninguna grandeza o esfuerzo; pero para el segundo, la nobleza, el trabajo y la dedicación son simplemente indispensables, y desventuradamente, los valores parecieran ser hoy menos comunes que sus antivalores”.

Sólo espero que los que ahora van donde les lleva el viento recuerden donde fueron cuando el viento les dé de lado.

Amel Fernández

Probando Orbyt

Elmundo.es ha tenido hoy la gentileza y el acierto de mostrar en abierto su nuevo formato de diario online.

MeridianoCero se ha paseado por lo que parece ser un segundo paso para la prensa digital en nuestro país. Aquí os dejamos nuestros comentarios sobre Orbyt.

La primera impresión es buena. La navegabilidad es fluida y nos asombra que el diseño y la rapidez puedan darse la mano de manera tan sorprendente.

Al entrar en la edición del día vemos la portada y la contra. El dinámico pasar de páginas está bastante logrado y permite dos opciones: hacer click sobre la esquina inferior o superior derecha o bien utilizar los botones de navegación a modo de reproductor de música. El puntero por definición es una lupa que permite ampliar hasta una visión óptima del texto. No obstante, se echa de menos algo que permita ver el texto completo sin darle al scroll, ya que es necesario arrastrar el ratón para poder leer una columna entera.

Por si el zoom no fuera el adecuado para el usuario, Orbyt cuenta con una opción para configurar la visión de pantalla. Brillante, aunque no estelar. Dentro de algunas noticias, la foto aparece con símbolo de play que nos permite visualizar un video con la narración de la noticia con una voz en off. La visualización del video es rápida y bastante ágil, aunque ciertamente pocas noticias contienen esta opción.

Una de las nuevas dimensiones que supone Orbyt, es la posibilidad de enlazar con los anunciantes que se encuentran en las páginas. Al pinchar en el anuncio, nos lleva a la página web de la empresa o servicio en cuestión. Un gran avance para la publicidad en el periódico, que deja la intrusividad para dar paso a la interación. Bravo.

En cuanto a los menús principales:

Quiosco: Cabe destacar la sección “no se lo pierda” y el acceso a otras ediciones de tirada nacional.

Tu mundo: Bajo el lema “El futuro llega hoy al presente”se presenta la sección vertebral de Orbyt. Aquí ya hay contenidos restringidos y nos llama la atención el apartado “El mediador” que parece ser el punto de contacto con el medio que tanto destacaban en el video de demostración.

Documenta: “Hoy hace X años…”, es la parte de Orbyt destinada a documentación. En la sección se resaltan varios apartados con lo que ocurrió hace 10 años, 5 años, etc… Contiente un menú de búsqueda rápida bastante intuitivo y parece algo diferente de una simple hemeroteca, razón por la cual creemos que será uno de los puntos fuertes de la nueva aplicación.


Dutty free: Publicidad por un tubo vendida en bandeja de plata. Aunque atractivo, claramente mejorable. Al principio de la mañana podíamos acceder sin problemas, pero a media mañana un error de pantalla da paso a la ventana de suscripción.

Sin duda nos encontramos ante un pequeño paso para El mundo y esperemos que un gran paso para el periodismo. No podemos considerarlo un paradigma, ni podemos decir qué no haya que darle muchas vueltas a algunas cosas, pero puede arrojar ciertas pistas acerca de cómo y por dónde podemos arrancar en un futuro.

No obstante; no seremos tan pretenciosos como Raul del Pozo cuando afirma que “es la capilla de la catedral de la blogosfera” y desde luego no creemos que sea “un deslumbrante satélite de contenidos que hoy parte hacia la osa mayor”. Primero, por que nos han invitado a entrar en una iglesia con andamios y zonas restringidas que está en las antípodas de ser considerada catedral y segundo, porque el satélite, aunque novedoso, contiene demasiados menús y apartados que nos están claramente definidos, lo que puede hacer que en ocasiones podamos tener la sensación de perder el centro de gravedad fundamental que nos hace estar unidos a la tierra. Peligro de desorientación en el satélite, peligro de pérdida de interés por el usuario y peligro no saber muy bien dónde estamos. Demasiado scroll, poco texto y cierto desorden e incoherencia entre las secciones.

Aún así, un aplauso para el riesgo. Un canto para la esperanza y un horizonte distinto para el periodismo.

Amel Fernández


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El único medio para sostener el modelo de pago por suscripción en España.

¿No sería genial tener un sistema de suscripción global que permitiese informarse en todos los diarios online a la vez?

Podría ser un titular estupendo para postear, pero de momento es sólo una idea. Os cuento más acerca de esto. Como ya comenté en otra entrada, la unión siempre ha hecho la fuerza. El periodismo no va a ser diferente. En lugar de continuar con la encarnizada lucha por las audiencias, sería prudente que todos los medios se sentaran a buscar soluciones plurales. Si lo pensamos bien, a la hora de cobrar por contenidos, sólo haría falta algo de unanimidad. Si todos lo hicieran a la vez, a lo mejor podríamos vislumbrar un horizonte diferente.

Bien pensado, bastaría ofrecer un sistema de suscripción global a medios de comunicación nacionales. ¿no sería genial tener un servicio de suscripción que permitiese informarse en todos los diarios online?

Me explico, imaginemos por un momento que con un nombre de usuario y una sola clave podemos acceder a todos los medios. Desde el punto de vista del usuario es útil, es práctico y no tiene porqué ser caro. Y, desde el punto de vista del medio, puede ser interesante y muy rentable.

Por un lado, se podría identificar eficazmente al usuario único, ya que siempre que un lector se conectase al medio tendría que introducir su clave personal. Obtener datos limpios de cuántas personas distintas acceden a cada medio daría una nueva dimensión a las negociaciones con los anunciantes. Por otro lado, esa identificación podría facilitar el reparto de beneficios obtenidos por la venta de esa suscripción. Es decir, cada medio recibiría los ingresos por los lectores reales que visitan su página web.



Imaginemos que creamos una tarjeta informativa que podríamos llamar Infocard. Supongamos que establecemos un precio fijo al mes o un sistema de recarga de saldo. Con una simple tarjeta los usuarios podrían acceder a todos los medios que quisieran participar en la iniciativa. Lógicamente, cuántos más medios participen, más productivo resultará el invento. Porque nadie va a pagar por algo que otras páginas se ofrece de manera gratuita.

Aunque, de momento, es sólo una idea.

Amel Fernández


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Con ánimo de darle la vuelta a la tortilla, el lunes 7 de marzo saldrá a la luz El Mundo en Orbyt, una idea ampliada del concepto de suscripción al que estamos acostumbrados. Según Pedro J. Ramírez, director del medio, Orbyt será "un producto informativo completamente distinto del que supone la lectura del periódico".

Por lo poco que hemos podido ver, Orbyt supone una ampliación de los servicios que normalmente ofrece cualquier medio en su servicio de suscripción online. Además del acceso a la hemeroteca y a la edición en pdf, incluirá un apartado personalizable, un servicio de documentación y algo llamado "Dutyfree", con ofertas, regalos, concursos y servicios especiales para los abonados a este nuevo producto. A través de una atractiva interfaz (apariencia de pantalla) los usuarios podrán leer de una manera distinta un diario online.

Con el diseño y las maquetaciones del diario de papel, Orbyt permite pasar las páginas, ampliar información y ver los videos relacionados pinchando en las fotos de las noticias. El coste del servicio es de 14,99 euros al mes y ofrece la posibilidad de abonarse diariamente por 0,60 euros al día. Desde luego que es una apuesta diferente. Vamos a esperar a ver cómo funciona y si realmente es tan ágil como se plantea en el video de demostración.

Veremos si puede servir de paradigma para el resto de los medios. Pero está claro que el enfoque hay que modificarlo. Incluir más servicios es una buena idea pero, ¿será suficiente?

Amel Fernández




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El modelo de negocio de la prensa se tambalea. La venta de periódicos sigue cayendo y los diarios digitales no resultan rentables.

El pago por contenidos parece la única opción para sobrevivir en la red pero ¿Cómo pedir dinero por algo que es gratis?

Internet está hundiendo el barco de papel. Es hora de cambiar el guión. Algo falla. Los argumentos de siempre ya no son válidos. Los ingresos por publicidad se desmoronan y los que reparten la tarta no se han dado cuenta que se ha pasado la hora de la merienda. La mayoría de medios online son de acceso gratuito y sólo reciben ingresos por dos vías: suscripciones y publicidad.

El modelo de pago por suscripción, defendido por Murdoch y su Wall Street Journal, basado en el cobro de contenidos y el cierre de la información gratuita, no acaba de imponerse en nuestro país porque ningún medio quiere ser el primero en arriesgarse. Tras el batacazo que supuso para elpaís.es el cierre de contenidos emprendido en 2002 por Mario Tascón, nadie se atreve a tropezar con la misma piedra. La burbuja tecnológica nos dejó sin aire y los medios aún tienen miedo de no poder respirar dentro de la red.

El modelo de publicidad que antes sustentaba la rentabilidad de la prensa escrita ya no vale para el nuevo entorno. Los banners ya no sirven de nada y todo el mundo está cansado del ventanismo emergente que agota nuestras paciencias. El pago por click está a punto de fallecer y la dificultad a la hora de medir al usuario único se acentúa cada día más. A día de hoy a los anunciantes sólo les interesan los datos de usuarios únicos que pueden acceder a un medio, es decir cuántos lectores distintos pueden ver sus anuncios. Los sistemas actuales de medición no pueden discernir si alguien se conecta al mismo sitio desde ordenadores diferentes y en estos tiempos un usuario puede acceder fácilmente desde 2 ordenadores distintos por día. Por todo ello, las cifras bailan y los anunciantes no acaban de estar seguros de qué cantidad de público objetivo (target) puede llegar a ver sus campañas.
 
Con ánimo de darle la vuelta a la tortilla, el próximo 7 de marzo saldrá a la luz Elmundo.es en Orbyt, una idea ampliada del concepto de suscripción al que estamos acostumbrados. Según Pedro J. Ramírez, director del medio, Orbyt será "un producto informativo completamente distinto del que supone la lectura del periódico".

Veremos si puede servir de paradigma para el resto de los medios. Pero está claro que el enfoque hay que modificarlo. Incluir más servicios es una buena idea pero, ¿será suficiente? (ver entrada sobre Orbyt)

Además de cambiar o ampliar los contenidos es necesario replantearse las jerarquías de la información y la forma en la que se presenta. Puede que no baste con hacer una copia de un diario de papel en formato digital para triunfar en la red. En este momento resultaría vital ponerse en el lado del lector e indagar acerca de qué quiere leer y cómo quiere leerlo. Actualmente los medios online siguen ofreciendo la misma agenda setting desde hace décadas. Política y economía siguen primando sobre el resto de noticias y siguen siendo lo primero que se encuentra cualquier usuario cuando accede a cualquier medio en la red. A lo mejor hay que invertir la agenda y ver qué pasa, a lo mejor hay que pintar la información de una manera diferente de cómo dictan los parámetros del periodismo convencional ¿Por qué no probar?


Está claro que en internet no existe la fórmula mágica ni la pócima milagrosa. El éxito se basa en probar, medir y analizar los resultados obtenidos. Ensayo, fallo. Así de sencillo. Pero los medios no quieren perder el tren digital y piensan que cualquier error puede ser letal. Ahora están demasiado ocupados en no perder ni un céntimo más de lo que esperan ganar. La lucha con la competencia sigue siendo su peor lastre.

La unión siempre ha hecho la fuerza. El periodismo no va a ser diferente. En lugar de continuar con la encarnizada lucha por las audiencias, sería prudente que todos los medios se sentaran a buscar soluciones plurales. Si lo pensamos bien, a la hora de cobrar por contenidos, sólo haría falta algo de unanimidad. Si todos lo hicieran a la vez, a lo mejor podríamos vislumbrar un horizonte diferente.

Bien pensado, bastaría ofrecer un sistema de suscripción global a medios de comunicación nacionales. ¿no sería genial tener un servicio de suscripción que permitiese informarse en todos los diarios online?

Me explico, imaginemos por un momento que con una sola clave podemos acceder a todos los medios. Desde el punto de vista del usuario es útil, es práctico y no tiene porqué ser caro. Y, desde el punto de vista del medio, puede ser interesante y muy rentable.

Por un lado, se podría identificar eficazmente al usuario único, ya que siempre que un lector se conectase al medio tendría que introducir su clave personal. Obtener datos limpios de cuántas personas distintas acceden a cada medio daría una nueva dimensión a las negociaciones con los anunciantes. Por otro lado, esa identificación podría facilitar el reparto de beneficios obtenidos por la venta de esa suscripción. Es decir, cada medio recibiría los ingresos por los lectores reales que visitan su página web.

Imaginemos que creamos una tarjeta informativa que podríamos llamar Infocard. Supongamos que establecemos un precio fijo al mes o un sistema de recarga de saldo. Con una simple tarjeta los usuarios podrían acceder a todos los medios que quisieran participar en la iniciativa. Lógicamente, cuántos más medios participen, más productivo resultará el invento. Porque nadie va a pagar por algo que otras páginas se ofrece de manera gratuita.

No obstante, esto no sería suficiente. Hay que modificar patrones. Cortar y pegar. Hacer de la lectura en internet algo divertido, algo ágil y algo atractivo. Por eso hay que seguir investigando en nuevas presentaciones gráficas, distintos lenguajes informativos y nuevos órdenes textuales. Título, entradilla y texto se han convertido en sota, caballo y rey. Invirtamos la pirámide. A ver qué pasa. Cambiemos la jerarquía de la agenda mediática. A ver qué pasa. Cambiemos el lenguaje para que sea más ágil la lectura en un monitor. A ver qué pasa. Aprender de los errores será esencial para sobrevivir en la jungla digital. Y tal y como están las cosas, no hay demasiado que perder.

Amel Fernández



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