Más de29 millones de búsquedas por minuto se realizan en el buscador más famoso del planeta. ¿Realmente encontramos lo que buscamos o lo que ellos quieren que encontremos? El poder no lo da la información sino el poder de manipularla.
Si atendemos a la primera definición de la RAE del término monopolio, “Concesión otorgada por la autoridad competente a una empresa para que esta aproveche con carácter exclusivo alguna industria o comercio”, podemos entender que Google no sería un monopolio en sentido estricto. Sin embargo, dentro del mismo término, la cuarta acepción hace referencia al “Ejercicio exclusivo de una actividad, con el dominio o influencia consiguientes.”
Teniendo en cuenta que dos tercios de las búsquedas del mundo se hacen en Google, no queda tan claro que el buscador no ejerza un auténtico dominio. Según datos de la consultora Comscore, en el año 2009, 87.800 búsquedas se cursaron a través de Google, lo que significa un 66, 8% del mercado mundial.
En total se realizaron más de 131.000 millones de búsquedas en el mes de diciembre de ese mismo año, lo que supone 4.000 millones de búsquedas al día, 175 millones de búsquedas por hora, y 29 millones por minuto. Las cuotas de mercado de Google son tan grandes que parece tratarse de un monopolio. Ian Brown, miembro del Open Rights Group, organización británica a favor de la defensa de la privacidad de los datos, señala que “Es realmente importante para gobiernos y consumidores asegurarse de que no se produzca una situación en la que una sola compañía como Google se convierta en un monopolio de la información en Internet porque entonces se llega a una situación tipo “Ministerio de la Verdad” del que habló Orwell, en la que la realidad que se presenta a los usuarios se puede controlar y manipular gracias a la tecnología de un modo que no ha sido posible hasta hoy.”
Tal y como señala Pierre Lazuly en su artículo “El mundo según Google”, la facturación del motor se debe a su tecnología de búsqueda por un lado y a su especialización en materia de publicidad dirigida por otro. Hoy en día no aparecer en Google es como no estar en el mercado, cualquier empresa quiere estar bien posicionada y los analistas SEO (Search Engine Optimization), es decir, los especialistas en optimización para motores de búsqueda') son uno de los recursos humanos más demandados. ¿Cuál es el secreto? ¿Por qué Google tiene la clave?
Según afirma el artículo, la piedra angular del éxito del buscador se basa en la tecnología algorítmica supuestamente inimitable que desarrollaron Brin y Page. En base a cálculos matemáticos, Google posiciona a las páginas web en función del número de páginas que las enlazan. Es decir, basan sus algoritmos en la selección de referencias bibliográficas en línea. Tal y como propuso en su día el Science Citation Index, los más citados se convierten en los más legítimos, los más referenciados pasan a ser los mejor posicionados y por ende, en los supuestamente más fiables. ¿Los primeros resultados son los más creibles?
Como define Lazuly el posicionamiento de Google se basa en el concepto de Page Rank, según el cual, la página más citada obtiene un 5 y la menos citada un 1. ¿Realmente éste es el único factor decisivo para aparecer? No cabe duda de que cualquier empresa estaría dispuesta a pagar cualquier cantidad porque su negocio apareciera delante del de sus competidores. Es la lista mágica. El ranking de los mejores. Si eso es cierto, ¿Por qué no se publican los algoritmos?
Parece que es cómo la receta de la Coca Cola y se salvaguarda el secreto profesional como escusa para no difundir esa información. Pero esa información no sólo mueve al mundo, sino que le hace creer al mundo lo que realmente es importante y lo que en apariencia no lo es. Por ejemplo, si buscamos un concepto genérico como “mundo”, los 9 primeros resultados hacen alusión al periódico “el mundo”. ¿Por qué ocurre esto? ¿Es lo que dice “el mundo” lo más relevante? ¿No sería más importante saber algo del mundo en el que vivimos?
Hay ciertas teorías que establecen que Google puede estar basado un sistema de financiaciones e intercambios de favores no aptos para todos los observadores. Una de las máximas de Google ha sido siempre ofrecer información gratuita para todo el mundo sin vinculaciones económicas o políticas. Las vinculaciones políticas ya hemos podido observar en el caso de China que dependen del dinero que se mueva. Y en cuanto a las económicas, ¿Estamos seguros de que nadie paga al buscador por aparecer en él?
Todos sabemos que las ganancias de Google se basan en la publicidad. Una de las mayores fuentes de ingresos la aportan los enlaces patrocinados, a través de los cuales una empresa paga a Google una cantidad por cada click que hagan los usuarios. El pago se realiza después de que el internauta pulse en el enlace, pero lo que no queda claro es si las empresas pagan de antemano para que todo eso pueda ocurrir.
Independientemente de las fuentes de financiación, lo más relevante es el hecho de que Google proporciona información jerarquizada y posicionada según criterios que aún están bajo el secreto profesional. Un mar de información del que solo vemos la superficie. ¿Puede un único buscador ser objetivo? ¿Puede un único punto de vista ser imparcial? Eso es lo que se pregunta Brewster Kahle, creador de Alexa, uno de los iniciales competidores de Google.
Google es la página de inicio de ordenadores ubicados en centros de educación, universidades, institutos, centros de investigación, empresas y escuelas. El problema de la educación basada en un solo punto de vista es que todo el mundo acabará teniendo ese punto de vista. Podría convertirse en algo imparable. No es así como se desarrolla el pensamiento crítico. El pensamiento crítico se desarrolla por contraste, por comparación. Con un único buscador en el mundo, ¿Qué otros puntos de vista tenemos?
A través de un único punto de vista se restringen todas las informaciones que podemos ver y este es el panorama en el que nos encontramos en el universo Google. Puesto que elegir siempre implica excluir frente a otras opciones, si nos marcan lo que hemos de elegir, quedan eliminadas el resto de posibilidades. Bajo una falsa apariencia de democracia y pluralidades informativas, lo que verdaderamente realiza Google como industria es una priorización de las industrias cofinanciadas preexistentes con la consecuente manipulación de nuestras elecciones. Si consideramos a Google como industria cultural en tanto que ofrece acceso a diversos productos culturales (páginas web), no podemos considerar que cumpla requisitos estrictamente democráticos, ya que los resultados que muestra no se adecuan a la totalidad de los resultados existentes.
Por tanto, nos encontramos frente a una industria que, lejos de resultar cultural, se mueve al son de los hilos de la más voraz de las economías sumergidas. Miles de obras que nunca verán la luz. Cientos de autores desconocidos. Voces que se disipan en el universo informativo propuesto por el gigante de los buscadores. Acallando los patrones de la creatividad. Parámetros excluidos por algoritmos incomprensibles que nunca verán la luz. Variables que marcan los baremos de una economía global sustentada por el negocio de la cultura.
No sólo es importante tener en cuenta lo que podemos encontrar en Google, sino lo que Google puede encontrar en nosotros.
La diversidad cultural debería basarse en multitud de creaciones al servicio del disfrute humano, no de su comercialización. Hoy en día no se crean obras para ser distribuidas, sólo para ser vendidas. No nos ofrecen lo que hay, sino lo que saben que vamos a comprar. ¿Eso es diversidad? Google pinta lo que debemos comprar, lo que debemos leer, cómo debemos vestir y qué punto de vista tenemos que tener sobre las cosas que pasan en el mundo. Bajo la falsa moral de estudiar al usuario con la finalidad de ofrecer un mejor servicio, Google almacena innumerables datos personales de las búsquedas realizadas. Mediante miles de servidores, el gigante custodia los términos buscados, las áreas geográficas de búsqueda y las direcciones IP de todos ordenadores.
No sólo ellos saben qué comemos, qué enfermedades tienen nuestros familiares o qué inclinaciones sexuales tenemos. Las industrias aprovechan esos datos para crear productos culturales a la medida de gustos construidos a través de gráficas. Pero hay más gente interesada. En febrero de 2008 el gobierno de los EEUU pidió datos a Google acerca de qué buscaba la gente. Si cualquier gobierno necesita los servicios de un solo proveedor ¿No están convirtiendo a Google en un monopolio?
Marta Baños y Amel Fernández.
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